
Por Norma Tlalolini
El amor propio es la base para la permisividad, no es que pongas límites a otros, empieza por ti:
Ponte límites en tus acciones autodestructivas, con drogas, alcohol, comida, stress, trabajo excesivo, mujeres o relaciones que te lleven a situaciones que puedan hundirte.
Ponte límites a relacionarte con personas que te llevan a perderte con ideologías mediocres o de victimización, cuando no asumes tu responsabilidad; y solo culpas a otros de tu vida y tus resultados no hay crecimiento.
Ponte límites a no estar donde sabes qué hay personas o situaciones que con palabras o acciones te lastiman, solo para no sentirte culpable.
Ponte límites en seguir ayudando a quien no desea ser ayudado y solo te usa para lo que les conviene por medio de la manipulación o el chantaje, que en muchas ocasiones se hacen las victimas para lograr sus objetivos, hablemos de relaciones de amistad, de pareja, familia o de trabajo.
Ponte límites de salir corriendo a arreglarle los problemas a los demás y que cuando tú necesitas te encuentras con que no hay un apoyo o respaldo de esas personas por las que dejaste todo.
Ponte límites de sentir que necesitas rescatar a los demás, por qué tal vez seas tú quien necesita rescatarse.
Ponte límites de anularte o apagarte para que otros brillen, cada uno tiene su propio resplandor, pero si siempre intentas que el otro brille, solo estarás limitando las capacidades de ambos.
Eres quien construye su camino, eres quien realiza las acciones u omisiones que te llevan a los resultados que hoy tienes, responsabilízate de ti, de tu bienestar y de tu paz, y entonces, solo entonces podrás compartir con los demás sin cargar no lo que no te corresponde sin sentirte culpable y sin victimizarte.