Implacable por Paty Herrera

Querido lector, antes de que comiences a leer esta columna. Quiero dejarte en claro que jamás defendería a un dogma cruel y deshumanizador como lo es el Islam. De igual manera nunca justificaría a ninguna organización terrorista como Hamás, Hezbolá, Al-Qaeda y etcétera, etc.

No obstante…

Los crímenes de guerra, el genocidio y la limpia étnica que Israel ha cometido en la Franja de Gaza y Cisjordania contra el pueblo palestino no pueden ni deben quedar en el olvido.

Son pocos los políticos siniestros han sabido adueñarse del poder, como Benjamín Netanyahu. Primer ministro de Israel durante más de 16 años, su nombre no está hoy asociado con la estabilidad ni la seguridad. Sino con la corrupción, la represión y la manipulación política. Netanyahu ha convertido la tragedia del pueblo palestino en estrategia, y la guerra en su instrumento de supervivencia personal.

Según The Guardian (2024). Múltiples informes de Naciones Unidas, Human Rights Watch y Amnistía Internacional acusan a Israel de cometer “crímenes de guerra” durante la ofensiva sobre Gaza, incluyendo el uso desproporcionado de armamento letal, bloqueo de suministros humanitarios y ataques contra la población civil, en especial contra mujeres, niños y ancianos. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU señaló en junio de 2024 que la cadena de mando israelí, bajo la dirección directa del primer ministro y del gabinete de seguridad, podría ser responsable de violaciones graves al derecho internacional humanitario.

El informe de Amnistía Internacional titulado “Un apartheid en expansión” (2022) ya documentaba una política sistemática de segregación, desplazamiento y represión contra la población palestina, coordinada por los más altos niveles del gobierno israelí. Netanyahu desestimó las acusaciones, calificándolas de “antisemitismo político”, pero nunca ofreció pruebas que las refutaran. En cambio, autorizó la expansión de asentamientos israelíes en Cisjordania, hecho que fue condenado incluso por aliados históricos de Israel, como la Unión Europea.

Benjamín Netanyahu enfrenta procesos judiciales por soborno, fraude y abuso de confianza, documentados por la Fiscalía General de Israel desde 2019. Las investigaciones, conocidas como los “casos 1000, 2000 y 4000”, revelaron que el primer ministro recibió regalos lujosos de empresarios estadounidenses a cambio de favores políticos, e intervino para favorecer a medios de comunicación como Walla! y Yedioth Ahronoth a cambio de que lavaran su imagen. Haaretz y The Times of Israel han seguido de cerca los juicios, mostrando cómo Netanyahu ha usado su poder para obstaculizar las investigaciones y presionar al sistema judicial.

En el frente militar, las consecuencias de su liderazgo han sido devastadoras. Datos del Ministerio de Salud de Gaza (verificados por Reuters y Associated Press) registran más de 64,000 civiles palestinos muertos —la mayoría mujeres y niños— como resultado de los bombardeos israelíes. La Comisión de Investigación de la ONU sobre los Territorios Palestinos Ocupados concluyó que muchos de estos ataques fueron dirigidos a hospitales y refugios, no a instalaciones militares.

Netanyahu se presenta como el salvador de Israel, pero sus crímenes han generado exactamente lo contrario: más radicalización, más muerte y más aislamiento internacional. Bajo su mando, Israel ha perdido credibilidad moral, y su política exterior se ha reducido a la defensa ciega de sus excesos.

Netanyahu se ha convertido en el arquitecto de la muerte y el caos, el líder de un país inmoral y fracturado. Ha demostrado que el miedo y el terror son las mejores herramientas de su forma de hacer política exterior y que la guerra puede ser un negocio muy jugoso, sobre todo porque Trump junto con él, planean adueñarse de Gaza y construir un “Nuevo Dubai”, que tendrá como cimientos los cadáveres de miles de seres humanos inocentes.

Y miré al cuarto jinete, y vi que montaba un caballo amarillo;

y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el infierno lo predecía.

Apocalipsis 6:8

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